A día de hoy, podemos decir que Fisker no está totalmente muerta, sino más bien en una especie de coma inducido tras acogerse a un proceso de quiebra el pasado verano. De momento y según ha trascendido a la opinión pública, hay dos empresas chinas (una de ella con sede en Hong Kong) que se encuentran disputando entre ellas para hacerse con los activos de la compañía. Lo cual, le daría luz verde para beneficiarse de toda la tecnología que Fisker ha desarrollado durante estos años.
Hasta hace apenas unos días, todo parecía indicar que Wanxiang, una de las dos compañías chinas que se disputan los activos de Fisker se haría con el control total de la marca. Es más, a día de hoy ya es propietaria de A123 Systems, empresa que en su día suministraba las baterías para los Fisker Karma (el único modelo de la compañía). Sin embargo, en el último momento ha entrado en escena Hybrid Technologies, la empresa con sede en Hong Kong.
Fisker Automotive es uno de los fabricantes de coches que han nacido al calor de las ayudas que los gobiernos de países desarrollados han dado para el desarrollo y comercialización de coches eléctricos e híbridos enchufables (Plug-in Hybrid). Es más, Fisker en su día consiguió estar dentro del plan del DOE aprobado por el entonces presidente Bush de Estados Unidos, el cual estaba dotado con 25.000 millones de dólares en créditos blancos, del que le concedieron 529 millones.
Henrik Fisker, fundador de la compañía, fue en su día uno de los hombres fuertes del departamento de diseño de BMW, responsable, entre otros, del diseño del BMW Z8. Por cierto, como detalle curioso, cabe destacar que entre los accionistas principales de Fisker teníamos a Leonardo Di Caprio, que habitualmente conducía uno de las 240 unidades del Fisker Karma que han sido fabricadas hasta la fecha.
De haber seguido con vida, este año 2014 habría sido el de la llegada a Europa del Fisker Karma. Lamentablemente no será así. De momento.
Nota: En imagen podemos ver al Fisker Karma, el único modelo comercializado por la compañía Fisker.
Fuente | El Mundo